jueves, 11 de marzo de 2010

Las víctimas mudas de vuestros egoísmos, pronto gritarán en silencio.


Una consulta frecuente de padres separados, es relativa a cual será las consecuencias que para sus hijos ocasione tal distanciamiento.

Antes que ello debemos analizar las atmósferas familiares previas a tal hecho. Es decir tenemos que analizar las distintas realidades que anteceden a una separación.


En muchos casos es el resultado de una convivencia violenta (ya sea física o psicológica) en donde los malos tratos, los gritos o las actitudes violentas generan climas hostiles que nunca serán indiferentes a los ojos del niño.

Esta claro que en estas condiciones de alto egoísmo de los padres, dado que no consideran la presencia de sus hijos a la hora de generar esos climas, la separación es una necesidad de pleno, mejor que cualquier otra alternativa. El niño en ese clima hostil solo puede incorporar conductas negativas a su aprendizaje y autoestima.


Otro extremo es el de los padres sumamente cuidadosos de sus discusiones, pero que viven una farsa permanente, la cual piensan que sus hijos desconocen, cuando en muchos de los casos no hacen mas que haber comprado una careta de farsante en la misma tienda de sus padres.

En estas condiciones, estos padres son los que de un día para otro le informan al hijo, por ejemplo, que “Papa se tiene que ir porque no se lleva bien con mamá”.


He notado que no en pocos casos las consecuencias de esta situación genera en el chico conflictos de ansiedad, con cargas de culpa y sensación de desprotección, muy abruptas y también perjudiciales a su salud mental.


Desde luego que para el fracaso matrimonial no existen recetas mágicas, no son desarrollos espontáneos sino procesos de desencuentros y mala comunicación que solo se avizora en lo irremediable del hecho. Muchas veces la carga de la culpa es compartida y las voluntades de ambos se deterioran hasta el punto que no intentan reconstruir el contrato roto, ni con reconsideraciones de conductas, ni siquiera con la opción mas recomendada como sería una terapia de pareja.


Pero la presencia de hijos debiera generar un compromiso de respeto mayúsculo hacia esa responsabilidad asumida, una actitud de madurez que se debe anteponer al egoísmo espontáneo y competitivo que predomina en muchos de estos casos.

Por mas que la pareja haya muerto, uno es padre o madre de por vida… y esa responsabilidad es la que la pareja debe entender.



Si consideran que no están en condiciones de elaborar una estrategia adecuada, no deben dudar de buscar un auxilio profesional que facilite la transición y procure minimizar las consecuencias dañinas de ese duelo.


Es una necesidad responsable, solidaria, superadora, que necesita entender que la historia de hoy anticipa el resultado de mañana.

No podemos sumar mas fracasos a los fracasos, pero debemos entender las consecuencias dado que como dice la frase

“Cuando los elefantes se pelean, las que pierden son las hormigas”.