“Serás lo que debas ser o …"- la frase sanmartiniana concluía con un- “o no serás nada”, pero puestos en el terreno de analizar la orientación vocacional de los jóvenes de hoy, la frase parece haber trocado un sentido de valores … la nada es la opción mas recurrente a la hora de ver el destino.
Es muy común tanto en el aula como en el consultorio encontrarnos con un ya clásico rostro compuesto por una mezcla de desconcierto, misterio y hasta intolerante indiferencia a la hora de la pregunta: “y que tenés pensado seguir estudiando” a un joven que esta cursando el último año de su Polimodal o secundario.
¿Que habrá pasado con aquella vocación infantil nacida del juego y alimentada por la fantasía, aquel llamado interno, aquella “llama interna”, que de chicos jugaban con un famoso “cuando sea grande voy a ser…”.? Se habrá perdido o aun está escondida, que más no sea como una pequeña candela que abriga la esperanza de convertirse en una luz que guíe sus futuras aspiraciones?
Adelanto mi conclusión: se encuentra!, está ahí adentro en un estado latente, a la espera de ser avivada por un aire que la fortalezca, y la saque de su estado mudo, pues esta ahogada, cubierta de desesperanza.
Los síntomas de tal ahogo son evidentes pero al ser cada vez más habituales en la conducta de los jóvenes se hacen invisibles a la vista acostumbrada de la rutina.
Los síntomas de tal ahogo son evidentes pero al ser cada vez más habituales en la conducta de los jóvenes se hacen invisibles a la vista acostumbrada de la rutina.
El no saber que responder a la pregunta de su continuidad de estudios es solo la punta del iceberg… es más ni siquiera se cierran los factores en el ámbito académico (bajo rendimiento, conflictos de conducta, etc.) se puede desplazar a la poca adaptación al ámbito laboral, labilidad en lo afectivo, debilitamiento de los valores y distintos aspectos que nos hablan de toda una estructura que se desmorona ante los impávidos ojos de una sociedad que no se asusta, pues se acostumbró, se adaptó a lo imposible.
Como siempre decimos a la hora de buscar un diagnóstico de algo sintomático: no son válidas las generalizaciones, solo intento hacerlo a partir de un análisis a un recorte de la realidad notoriamente alarmante, si bien no representativa de la mayoría, si lo suficientemente amplia para no dejar de preocuparnos.
Decíamos que existe una especie de ahogo, que no permite oxigenar la llama interna.
Pero lo notable de esa llama es que también se busca afuera, como una guía, como un faro que permita orientar a ese barco de su destino. Y que encontramos ante el ahogo interno y ante la ausencia de valores externos: la nada. Una Nada que denuncia un vació en lo existencial, espacio vital ausente que en su ideal vacante nos antepone ante una angustia que no se tolera, y en su escape encuentra vías alternativas no productivas en su resultado, pero validas en su efecto de desviar la mirada de ese vacío.
Y si… otra vez, nos encontramos en la misma denuncia, en el mismo lugar: la ausencia de valores cristalizada como causa y factor.
Y si… otra vez, nos encontramos en la misma denuncia, en el mismo lugar: la ausencia de valores cristalizada como causa y factor.
Nos encontraremos muchas veces al menos desde estas líneas concluyendo en el mismo punto, por lo cual no intento abordarlo en esta oportunidad. Pero si es mi intención abrir un espacio de reflexión, que cada quien desde su rol, puesto o función medite en que colabora para construir una alternativa y no simplemente resignarse a que las futuras generaciones sean lo que "puedan" ser y la nada no sea una de esas alternativas.